viernes, 23 de agosto de 2019

SÉPTIMA POTENCIA ANGLOAMERICANA


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La séptima potencia empezó a tomar forma cuando Inglaterra, situada en el extremo noroccidental del Imperio romano, emergió de la oscuridad. Para la década de 1760, esta isla-nación se había convertido en el poderoso Imperio británico. Gran Bretaña fue aumentando en poder y riquezas, y ya para el siglo XIX era la nación más rica y poderosa del planeta. “El Imperio británico [...] era el mayor jamás visto en el mundo [...]. Tenía una población de 372 millones de habitantes y abarcaba una extensión de más de 28.000.000 de kilómetros cuadrados [11.000.000 de millas cuadradas].” (Britain 1846-1964: The Challenge of Change.)

Sin embargo, la primera guerra mundial (1914-1918) llevó a Gran Bretaña a forjar un vínculo especial con Estados Unidos, una antigua colonia; como consecuencia, el Imperio británico dio paso a la alianza angloamericana. Esta es, en muchos sentidos, una potencia dual de habla inglesa que ha subsistido hasta el presente (véase el recuadro “Alianza notable”).
La profecía de Revelación 17:10 complementa a otra contenida en el libro de Daniel. Este profeta escribió sobre una “imagen inmensa” que contempló el rey babilonio Nabucodonosor en una visión dada por Dios (Daniel 2:28, 31-43). Daniel hizo saber al monarca que las distintas secciones de la imagen representaban los imperios políticos que se sucederían a partir de Babilonia, la potencia mundial de aquella época (Egipto y Asiria ya habían ascendido y caído). La historia confirma lo siguiente:
La cabeza de oro representó al Imperio babilónico.
El pecho y los brazos de plata simbolizaron a Medopersia.
El vientre y los muslos de cobre señalaron a la antigua Grecia.
Las piernas de hierro prefiguraron al Imperio romano.
Los pies, de una amalgama de hierro y barro, simbolizaron la falta de cohesión social y política que existiría durante el dominio de la potencia mundial angloamericana.
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Tras describir la imagen antes mencionada, Daniel escribió: “Una piedra fue cortada [de una montaña], no por manos, y dio contra la imagen en sus pies de hierro y de barro moldeado, y los trituró” (Daniel 2:34). ¿Qué significaría este portentoso espectáculo?

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El profeta sigue diciendo: “En los días de aquellos [últimos] reyes el Dios del cielo establecerá un reino que nunca será reducido a ruinas. Y el reino mismo no será pasado a ningún otro pueblo. Triturará y pondrá fin a todos estos reinos [terrestres], y él mismo subsistirá hasta tiempos indefinidos” (Daniel 2:44, 45).
Lo anterior suscita una importantísima pregunta: ¿Cuándo se llevará a cabo esta destrucción definitiva? Sí, ¿cuándo eliminará la “piedra” (el Reino de Dios) todo vestigio de la gobernación humana? La Biblia da la respuesta en forma de una “señal” que distinguiría los últimos días (Mateo 24:3).

Reconozcamos “la señal”

La señal del fin comprende guerras a escala mundial, grandes terremotos, pestes y grave escasez de alimentos (Lucas 21:10, 11; Mateo 24:7, 8; Marcos 13:8). Otra marca de “los últimos días” sería la avanzada descomposición moral y espiritual de la sociedad (2 Timoteo 3:1-5). ¿Han tenido lugar “todas estas cosas”? (Mateo 24:8.) Sí. Tanto que hoy día muchas personas temen el futuro. El diario The Globe and Mail informa: “Algunos de los más eminentes pensadores de la ciencia y la sociedad están lanzando pronósticos alarmantes sobre el fin de la humanidad”.
No obstante, tales predicciones se equivocan en un detalle muy importante: el género humano no desaparecerá. De hecho, la intervención del Reino de Dios es una garantía de ello. Al proporcionar la señal del fin, Jesucristo aseguró: “Estas buenas nuevas del reino se predicarán en toda la tierra habitada para testimonio a todas las naciones; y entonces vendrá el fin” (Mateo 24:14).


ROMA EN LA HISTORIA BÍBLICA



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JESÚS fundó el cristianismo, y sus seguidores lo difundieron por todo el mundo en tiempos del Imperio romano. Todavía pueden verse calzadas, acueductos y monumentos romanos en países como Gran Bretaña, España y Egipto. Esos vestigios son reales, y nos recuerdan que Jesús y sus apóstoles —así como la historia de sus hechos y palabras— también lo fueron. Por ejemplo, si uno camina por la antigua Vía Apia, estará yendo por la misma ruta que el apóstol Pablo recorrió en su viaje a Roma (Hechos 28:15, 16).

Historia fiable


El registro bíblico de las actividades de Jesús y sus discípulos incluye numerosas referencias a hechos históricos del siglo primero. Observe la precisión con que el escritor bíblico Lucas señaló el año que vio dos acontecimientos de excepcional importancia, a saber, el comienzo del ministerio de Juan el Bautista y el bautismo de Jesús, cuando este se convirtió en el Cristo, o Mesías. Lucas dejó constancia de que ambos hechos ocurrieron en “el año decimoquinto del reinado de Tiberio César [29 de nuestra era], cuando Poncio Pilato era gobernador de Judea, y Herodes era gobernante de distrito de Galilea” (Lucas 3:1-3, 21). El evangelista mencionó también los nombres de otros cuatro funcionarios importantes: Filipo (hermano de Herodes), Lisanias, Anás y Caifás. Estos siete nombres han sido confirmados por historiadores seglares. De momento, hablaremos de Tiberio, Pilato y Herodes.
Tiberio César es muy conocido, y su efigie aparece en varias obras de arte. El Senado romano lo nombró emperador el 15 de septiembre del año 14 de nuestra era, cuando Jesús tenía unos 15 años de edad.
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Poncio Pilato: su nombre y el de Tiberio se mencionan en un relato del historiador romano Tácito fechado poco después de que se terminara de escribir la Biblia. Con respecto al término cristiano, Tácito dijo: “El autor de este nombre fue Cristo, el cual, imperando Tiberio, había sido justiciado por orden de Poncio Pilato, procurador de la Judea”.
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Herodes Antipas fue famoso por haber fundado junto al mar de Galilea la ciudad de Tiberíades, en la que instaló su residencia. Posiblemente fue allí donde ordenó que se le cortara la cabeza a Juan el Bautista.
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Los relatos bíblicos también hacen referencia a sucesos notables ocurridos en la época romana. Respecto al tiempo del nacimiento de Jesús, leemos: “Ahora bien, en aquellos días salió un decreto de César Augusto de que se inscribiera toda la tierra habitada (esta primera inscripción se efectuó cuando Quirinio era el gobernador de Siria); y todos se pusieron a viajar para inscribirse, cada uno a su propia ciudad” (Lucas 2:1-3).

Profecía confiable

 La Biblia contiene profecías notables que se escribieron y cumplieron en la época romana. Por ejemplo, cuando Jesús entró cabalgando en Jerusalén, lloró y predijo cómo los ejércitos romanos destruirían la ciudad: “Vendrán días sobre ti en que tus enemigos edificarán en derredor de ti una fortificación de estacas puntiagudas [...], y no dejarán en ti piedra sobre piedra, porque no discerniste el tiempo en que se te inspeccionaba” (Lucas 19:41-44).
No obstante, los seguidores de Jesús tendrían la posibilidad de escapar. ¿De qué forma? Jesús les dio por adelantado instrucciones concretas: “Cuando vean a Jerusalén cercada de ejércitos acampados, entonces sepan que la desolación de ella se ha acercado. Entonces los que estén en Judea echen a huir a las montañas, y los que estén en medio de Jerusalén retírense” (Lucas 21:20, 21). Es probable que los cristianos se hayan preguntado: “¿Cómo escaparemos de una ciudad sitiada?”.
Josefo registró lo sucedido. En el año 66, cuando un gobernador romano se llevó del tesoro del templo dinero para cobrar los impuestos atrasados, los rebeldes judíos se indignaron y masacraron a las tropas romanas, declarándose de hecho independientes. Posteriormente en aquel año, Cestio Galo, gobernador romano de Siria, marchó hacia el sur con 30.000 soldados y llegó a Jerusalén durante una fiesta religiosa. Galo penetró en la periferia de la ciudad e incluso empezó a minar la muralla del templo, donde los rebeldes se habían refugiado. De pronto, sin ninguna razón aparente, decidió marcharse, y los judíos, exaltados, atacaron al ejército en retirada.
Los cristianos fieles no se dejaron engañar por este giro de los acontecimientos. Comprendieron que lo que habían visto era el cumplimiento de la sorprendente profecía de Jesús: la ciudad había sido rodeada por ejércitos acampados. Y ahora, como los ejércitos se habían retirado, aprovecharon la oportunidad para huir. Muchos se fueron a Pela —ciudad gentil políticamente neutral—, ubicada en las montañas al otro lado del Jordán.
¿Qué pasó con Jerusalén? Los ejércitos romanos volvieron —dirigidos por Vespasiano y su hijo Tito—, esta vez con 60.000 soldados. Marcharon sobre la ciudad antes de la Pascua del año 70, dejando atrapados en su interior tanto a residentes como a peregrinos que se habían congregado allí para la fiesta. Las tropas romanas despojaron de árboles el distrito y edificaron una cerca de estacas puntiagudas, tal como Jesús había predicho. Unos cinco meses después, la ciudad cayó.
A pesar de que Tito ordenó que se conservara el templo, un soldado le prendió fuego, y en el lugar no quedó piedra sobre piedra: precisamente como había anunciado Jesús. Según Josefo, murieron 1.100.000 judíos y prosélitos, la mayoría debido al hambre y la peste; otros 97.000 fueron hechos prisioneros. Muchos terminaron como esclavos en Roma. Hoy día, quienes visitan esta ciudad pueden ver el famoso Coliseo, que terminó de edificar Tito después de la campaña de Judea, así como el Arco de Tito, el cual conmemora la conquista de Jerusalén. Como vemos, la profecía bíblica es confiable hasta el último detalle; de ahí que sea tan importante que prestemos atención a lo que dice respecto al futuro.
Para el momento en que Juan registró dichas palabras, habían caído ya cinco “reyes”, o imperios, a saber: Egipto, Asiria, Babilonia, Medopersia y Grecia. El que imperaba entonces era Roma. Por lo tanto, solo faltaba uno: la última potencia de la historia bíblica.






GRECIA EN LA HISTORIA BÍBLICA

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EN EL siglo IV antes de nuestra era, un joven macedonio llamado Alejandro hizo que Greciaa saltara a la escena mundial. De hecho, la convirtió en la quinta potencia de la historia bíblica, y con el tiempo a él llegó a conocérsele como Alejandro Magno. Los imperios que le precedieron fueron Egipto, Asiria, Babilonia y Medopersia.
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Tras la muerte de Alejandro, su imperio se fragmentó y comenzó a desvanecerse. Sin embargo, el influjo de Grecia a través de su cultura, idioma, religión y filosofía perduró mucho después del cese de su influencia política.

Historia fiable

El registro bíblico no indica que hubiera ningún profeta de Dios activo durante la época de la supremacía griega; tampoco se escribió ningún libro bíblico inspirado durante ese tiempo. No obstante, Grecia sí aparece en las profecías bíblicas. Además, las Escrituras Griegas cristianas, conocidas generalmente como el Nuevo Testamento, hacen referencia al influjo griego. Por ejemplo, había un grupo de diez ciudades helenísticas —casi todas en Israel— conocido con el nombre de Decápolis, palabra griega que significa “diez ciudades” (Mateo 4:25; Marcos 5:20; 7:31). La Biblia menciona esta región varias veces, y la historia seglar y los impresionantes restos de teatros, anfiteatros, templos y baños dan fe de su existencia.

Las Escrituras contienen además muchas referencias a la cultura y la religión griegas, sobre todo en el libro de Hechos, escrito por el médico Lucas. Analicemos algunos ejemplos.
Al relatar los hechos ocurridos durante la visita del apóstol Pablo a Atenas en el año 50, la Biblia señala que la ciudad estaba “llena de ídolos” (Hechos 17:16). Las pruebas históricas confirman que Atenas y su periferia estaban llenas de ídolos y santuarios.
Hechos 17:21 dice que “todos los atenienses y los extranjeros que residían allí temporalmente no pasaban su tiempo libre en ninguna otra cosa sino en decir algo o escuchar algo nuevo”. Los escritos de Tucídides y Demóstenes atestiguan la obsesión de los atenienses por la conversación y el debate.
La Biblia indica específicamente que “filósofos de los epicúreos así como de los estoicos, entablaban conversación polémica con [Pablo]”, y que incluso lo condujeron al Areópago para oír más de lo que tenía que decir (Hechos 17:18, 19). En efecto, Atenas era conocida por sus muchos filósofos, entre ellos los epicúreos y los estoicos.
Pablo habla de un altar ateniense con la inscripción: “A un Dios Desconocido” (Hechos 17:23). Los altares dedicados a un dios desconocido posiblemente fueron erigidos por Epiménides de Creta.
El templo de Ártemis, una de las siete maravillas del mundo antiguo, se menciona varias veces en el libro de Hechos. Por ejemplo, se nos dice que el ministerio de Pablo en Éfeso enojó a un platero llamado Demetrio, que tenía un floreciente negocio dedicado a fabricar templetes en plata de la diosa Ártemis. El enfurecido Demetrio dijo: “Este Pablo ha persuadido a una muchedumbre considerable y los ha vuelto a otra opinión, diciendo que no son dioses los que son hechos con las manos” (Hechos 19:23-28). Eso encolerizó a los presentes, que comenzaron a gritar: “¡Grande es Ártemis de los efesios!”.
TEMPLO DE ÁRTEMIS
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En la actualidad se pueden visitar las ruinas de Éfeso y el lugar donde estaba ubicado el templo de Ártemis. Además, inscripciones antiguas halladas en Éfeso demuestran que se hacían ídolos en honor de la diosa y que había un gremio de plateros en la ciudad.
Profecía confiable
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Unos doscientos años antes de Alejandro Magno, el profeta Daniel escribió lo siguiente respecto a la dominación mundial: “¡Mire!, había un macho de las cabras que venía del poniente sobre la superficie de toda la tierra, y no tocaba la tierra. Y en lo que respecta al macho cabrío, había un cuerno conspicuo entre sus ojos. Y siguió viniendo hasta el carnero que poseía los dos cuernos, [...] y vino corriendo hacia él en su poderosa furia. Y [...] procedió a derribar al carnero y a quebrar sus dos cuernos, y resultó que no hubo poder en el carnero para mantenerse firme delante de él. De modo que lo arrojó a la tierra y lo holló [...]. Y el macho de las cabras, por su parte, se dio grandes ínfulas hasta el extremo; pero en cuanto se hizo poderoso, el gran cuerno fue quebrado, y procedieron a subir conspicuamente cuatro en lugar de él, hacia los cuatro vientos de los cielos” (Daniel 8:5-8).
¿A quién se referían esas palabras? El propio Daniel lo aclara: “El carnero que tú viste que poseía los dos cuernos representa a los reyes de Media y Persia. Y el macho cabrío peludo representa al rey de Grecia; y en cuanto al gran cuerno que estaba entre sus ojos, representa al primer rey” (Daniel 8:20-22).
Piense en ello. Durante el tiempo de la potencia mundial babilónica, la Biblia predijo que las potencias siguientes serían Medopersia y Grecia. Además, tal como ya se destacó, la Biblia declaró expresamente que en cuanto se hiciera poderoso, el gran cuerno —Alejandro— sería “quebrantado” y reemplazado por otros cuatro, añadiendo que ninguno de ellos sería descendiente suyo (Daniel 11:4).
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Esta profecía se cumplió en todo detalle. Alejandro ascendió al trono en 336 antes de nuestra era, y siete años después ya había derrotado al poderoso rey persa Darío III. Posteriormente siguió expandiendo su imperio hasta su prematura muerte en el año 323, a los 32 años de edad. Nadie, ni siquiera un descendiente, sucedió a Alejandro como gobernante absoluto. En vez de eso, sus cuatro generales principales —Lisímaco, Casandro, Seleuco y Tolomeo— “se proclamaron a sí mismos reyes” y tomaron el control del imperio, explica el libro The Hellenistic Age (La época helenística).
Durante sus campañas, Alejandro cumplió también otras profecías bíblicas. Por ejemplo, los profetas Ezequiel y Zacarías, que vivieron durante los siglos VII y VI antes de nuestra era, anunciaron la destrucción de la ciudad de Tiro (Ezequiel 26:3-5, 12; 27:32-36; Zacarías 9:3, 4). Ezequiel escribió incluso que sus piedras y su polvo serían colocados “en el medio mismo del agua”. ¿Se cumplieron aquellas palabras?
Veamos lo que las tropas de Alejandro hicieron durante el sitio de Tiro en el año 332. Recogieron los escombros de la antigua ciudad continental y los arrojaron al mar para construir un terraplén de acceso a la parte insular de la ciudad. La estrategia funcionó, y Tiro cayó. Un explorador que visitó la zona en el siglo XIX aseguró: “Las profecías contra Tiro se han cumplido hasta en sus más mínimos detalles”.
Las conquistas de Alejandro no resultaron en un mundo pacífico y seguro. Tras analizar el período de dominación de la antigua Grecia, un erudito hizo este comentario: “Las condiciones básicas del común de la gente [...] han cambiado poco”. Esta situación, que se ha repetido a lo largo de la historia, corrobora una vez más la afirmación bíblica de que “el hombre ha dominado al hombre para perjuicio suyo” (Eclesiastés 8:9).
Tal como lo predijo Ezequiel, la primera conquista de Tiro la efectuó el rey babilonio Nabucodorosor (Ezequiel 26:7). Tiempo después, la ciudad fue reconstruida, y esta ciudad reconstruida fue la que destruyó Alejandro, cumpliendo al pie de la letra las palabras de los profetas.







lunes, 19 de agosto de 2019

MEDO-PERSIA EN LA HISTORIA BÍBLICA

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LAS ruinas de palacios y tumbas reales apenas dejan entrever la grandeza, el poder y la riqueza del antiguo imperio dual de Media y Persia. Antes de que se unieran los dos reinos, Media tenía la hegemonía. Pero en 550 antes de nuestra era, los medos pasaron a estar bajo el control del rey persa Ciro II, quien a partir de entonces gobernó sobre el reino constituido por la unión de Media y Persia. En un principio, este inmenso reino ocupaba la región situada al norte del golfo Pérsico, pero acabó extendiéndose desde el mar Egeo y Egipto hasta el noroeste de la India, e incluía Judea.

Medopersia gobernó sobre la nación judía por más de doscientos años: desde que conquistó Babilonia en 539 hasta que fue derrotada por los griegos en 331. Varios libros de la Biblia se refieren a sucesos notables que ocurrieron durante ese tiempo.
La Biblia cuenta que el rey Ciro II liberó a los judíos cautivos en Babilonia y les dio permiso para regresar a Jerusalén y reconstruir el templo de Dios, que los babilonios habían destruido en el año 607 antes de nuestra era (Esdras 1:1-7; 6:3-5). Este relato está corroborado por el Cilindro de Ciro, un documento de arcilla que se descubrió en las ruinas de Babilonia en 1879. La inscripción menciona a Ciro por nombre y narra su política de permitir que quienes habían sido tomados cautivos por las naciones que él conquistaba regresaran a la tierra de sus antepasados con sus objetos religiosos. El escritor bíblico Isaías registró las palabras proféticas de Jehová concernientes a Ciro: “‘Todo aquello en que me deleito él lo llevará a cabo por completo’; aun en mi decir de Jerusalén: ‘Será reedificada’, y del templo: ‘Te será colocado tu fundamento’” (Isaías 44:28).
Es más, Ciro ordenó lo siguiente respecto a los fondos para la reconstrucción del templo: “Que el gasto se dé de la casa del rey” (Esdras 6:3, 4). Este sobresaliente dato encaja con la historia extrabíblica. Por ejemplo, el libro Persia and the Bible dice: “La política habitual de los reyes persas era apoyar la restauración de los santuarios de su imperio”.

Profecía confiable

El profeta Daniel tuvo un sueño inspirado por Dios en el que vio cuatro bestias que iban saliendo del mar, las cuales representaban cuatro potencias mundiales consecutivas. La primera bestia —un león alado— representaba a Babilonia. La segunda era “como un oso”, y “esto era lo que le decían: ‘Levántate, come mucha carne’” (Daniel 7:5). El aterrador oso representaba a Medopersia.
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Tal como profetizó Daniel, Medopersia manifestó un voraz afán de conquista. Poco después de la visión del profeta, Ciro derrotó a los medos y guerreó contra Lidia y Babilonia. Su hijo Cambises II conquistó Egipto, y gobernantes medopersas posteriores extendieron aún más las fronteras del imperio.











SÉPTIMA POTENCIA ANGLOAMERICANA

La séptima potencia empezó a tomar forma cuando Inglaterra, situada en el extremo noroccidental del Imperio romano, emergió de la osc...